(En la patrulla, esposado, en el asiento trasero y con tres policías judiciales de más de un metro ochenta y noventa kilos, guardando la pistola de bolas de goma, con los chalecos antibalas puestos, yendo en sentido contrario a toda velocidad en una pequeña calle de suburbio):
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Eh, weyes, ¿hoy es la fiesta de la música, no? (apertura de ventanilla para agitar el brazo)
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Ya vas a empezar a excitarte.
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Es la fiesta de la música, mira, se puede hacer buena música tecno con la sirena (bitbox).
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Y este, ¿por qué lo llevamos?
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Estupefacientes.
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Mira, mira, se ve tan serio, hasta parece que traemos al ministro. Perdone usted, señor ministro, ¿quiere que le baje a la música? Pero bien que le gusta el hachís.
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¿A qué comisaría vamos? Pregúntale a Chubaca. ¿Qué? ¿Tú por qué te ríes?
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Por lo que dijo…
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¿Qué, lo que dijo quién? ¿Qué te hace reír? ¿Su nombre?
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¿Te da risa? Es su nombre, ¿Te da risa el nombre de mi amigo? ¿Es eso?
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No.
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¿Te crees muy chistoso no? (evasión de auto a 100 km/h en una pequeña calle de los suburbios y cambio de tema por inercia lateral).
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¿Pasamos primero a la ciudad Auber y luego vamos al del estadio?
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¿Ellos ya llegaron con el que le vendió?
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Sí, dicen que sigo manejando como un marica, pero lo que pasa es que traemos al nalgas grandes y eso descompensa la suspensión, que nos podemos voltear si le voy más duro.
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Ve a decirle eso a él, a mí, mientras no me toque manejar, mátenme si quieren.
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Ya llegamos, Señor ministro, quédese tranquilo.
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¿Lo llevas tú?
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Sí, yo llevo al ministro.
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Mis cosas están en la cajuela.
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¿Qué cosas?
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Mi mochila.
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¿Y por qué está en la cajuela? ¿Lo metiste tú?
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No, lo metió el otro policía.
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¿Cuál?
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El más grande.
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¿Nalgas grandes?
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Supongo que sí.
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No, una vez que has visto a nalgas grandes, no puedes confundirlo.
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Entonces supongo que fue el quien las metió en la cajuela.
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¿Y por qué?
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Porque tengo las manos ocupadas con las esposas, y lo tuvo que hacer él, tampoco iban a dejar mis cosas en la calle.
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Claro, sólo estábamos ocupados dando pelotasos a un montón de weyes de barrio bajo, porque querían rescatar a su amigo, que ya estaba más con nosotros que con ellos, pero si no, claro que tu mochila era la prioridad. Bueno ya, no pongas esa cara. ¿Esta es tu mochila?
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Sí.
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Yo se la llevo señor ministro. ¿Y qué, traes más sorpresitas en tu mochila, algún porrito o algo de valor?
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No.
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¿Entonces por qué te preocupa tanto?
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Traigo un libro.
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¿Un libro?
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Sí.
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Uno bueno, espero.
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Sí, uno muy bueno.
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¿A sí? ¿Y de qué trata?
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De un argentino que…
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Fíjate, ¿en español?
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Sí.
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Yo sólo hablo una lengua, sabes, esta mira: (lengua saliendo, serpenteando entre sus dedos índice y medio, como si fuera una vagina), y me sirve para hablar en todos lados. Siéntate y espera, ah, y no hables con este cabrón, es una mierda, no te embarres.
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¿Y mi mochila?
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Se la voy a dar al policía, y recuerda, cuando te aburras del inglés, del francés y de todas las lenguas, usa esta: (misma lengua, ojos lujuriosos y risa desproporcionada); ahí te quedas, “nalgas grandes” se va a ocupar de ti, yo me voy a la fiesta de la música.
(brazo en alto, agitándose al ritmo de una sirena bucal)